Esta película asume el reto de trabajar con chicas que no tienen formación en actuación…

Uno de los retos era que ellas crecieran como actrices y eso creo que lo logramos en la película. La actuación me tiene muy contento. Han salido textos que me dejaron claro que la película puede ser leída, principalmente en las relaciones simbólicas: la casa como refugio y útero, la madre  y el niño que intenta salir… todo eso que fue parte del proceso creativo le da una densidad a la película, pero para la producción el reto era la actuación de las chicas.

La película busca hacer ese contraste entre el ambiente propio de las chicas trans y las actuaciones contenidas  ¿Cómo fue ese proceso?

Pasó por el cuerpo. Parece que es común ese ejercicio en la actuación, pero fue así, empezar con ejercicios corporales y de estiramiento y reconocimiento del cuerpo. Si en el actor eso siempre es importante en el caso de actrices con esta particularidad, de la comunidad transgénero, era especialmente importante. Hubo un primer trabajo relacionado con el lenguaje corporal y eso me permitió de manera más fluida conseguir que estas chicas dejaran la idea que tenían del audiovisual, que es muy cercana a la telenovela. Los ejercicios permitieron que se suavizara o modulara un poco el tono de la actuación.  Especialmente Jimena, que interpreta Verónica, tenía esa capacidad de entrar en esa dimensión introspectiva sin perder matices y sin llegar a ser rígida. Ahí la puesta en escena empezó a cambiar y dejó de ser contemplativa del espacio y empezó a ser más cercana al rostro.

De hecho, en la película se utiliza mucho el primer plano …

Sí, es riesgoso. Creo que había de parte nuestra una especie de fascinación por ese rostro. Tenía una especie de doble dimensión, a veces más femenina y otras veces más masculina, eso un poco en la superficie. Además, en el proceso de laboratorio en la búsqueda de un lenguaje yo hice muchas cosas a una cierta distancia con teleobjetivo, y me di cuenta que, si bien es cierto, puede ser una forma de presentar el espacio no era la forma de presentarlas a ellas. Es decir, justamente porque yo ya tenía ese acceso particular era una película que se rodaba muy cerca de ellas. Muchas personas que de entrada dicen que quieren hacer una película con esta comunidad no tienen ese nivel de acceso.

La película tiene esta riqueza de color, muy cargado, que juega a la vez con la intimidad, con los espacios cerrados y con pocos diálogo. ¿Cómo se desarrolla esta propuesta desde la dirección de arte?

Desde un momento relativamente temprano de la película sabía que no quería hacerla gris, en cuanto la paleta de colores y con el tono dramático. Es decir, que a pesar de que contábamos una historia de personajes que viven en soledad y experimentan abandono, quería hacer una película que no produjera en el espectador una sensación de excesiva tristeza. Quería que hubiera una conexión entre los personajes y el público, que no pasara necesariamente por lo melodramático. De ahí empezaron a aparecer elementos que formaron parte de nuestra investigación de campo. Comenzamos a ver que muchas de las chicas transgénero tenían un vínculo importante con la religión, principalmente la católica, pero también con el tarot. Es un mundo cargado de elementos. Luego fue necesario contener un poco la paleta de colores, estaba claro que era un mundo colorido pero debíamos trabajar dando énfasis a una paleta, por ejemplo, el morado que está muy presente y hablábamos un poco de “morado koons” a propósito del artista plástico Jeff Koons que trabaja con esos colores kitsch. Buscando el centro de gravedad de esa gran cantidad de elementos.

Hay una presencia constante de San José, de la urbanidad, en el diseño sonoro. Además de dos piezas musicales que son realmente parte de la escena y de la historia ¿Porqué se toma esa decisión?

Ocurrió algo muy importante poco antes de iniciar el proceso de largometraje: yo hice un corto en el 2011 que se llamaba “Los inadaptados”, en el que traté de entender cuál era la orientación que debía tener la película y ante todo cuál era el grupo de personas que se iba a subir al barco. Sin embargo, entre la finalización de ese corto y el inicio del rodaje del largometraje fallecieron dos personas. Una fue Johanna Bagnarello, que era una de las chicas transgénero que había comenzado a trabajar con nosotros desde el principio, y la otra persona que falleció fue el compositor Fidel Gamboa. Entonces al entrar al proceso de largometraje yo me vi en la necesidad de hacer dos cosas, una era encontrar la forma de sustituir a Johanna y la otra encontrar la manera de sustituir la música sin sustituir a Fidel, sin buscar a otro compositor para decirle que hiciera lo que Fidel había hecho. Me parecía ofensivo con la memoria de Fidel y con el trabajo de la persona con la hubiéramos trabajado. Yo creo que las películas entran en diálogo con la vida y por lo tanto también con la muerte, y hay que escuchar las cosas que nos dice. Lo que hice fue entonces traer a una chica transformista, que es Talaya y que además cuando entraba traía su música a la película. Además, trabajé con Francisco Toro, que es un diseñador de sonido venezolano de muy alto nivel, pensando en cómo sonaban los espacios y de qué manera había una relación entre el afuera y el adentro de los espacios también contaba cosas. Qué pasa cuando se abre o cierra la puerta de la casa, que pasa cuando la ciudad entra a la casa y que pasa cuando la ciudad se convierte en burbuja, el tren se convierte en un personaje y ayuda a generar relaciones espaciales entre las escenas, y así sabemos que los personajes están en lugares cercanos.

La película es un acto político ¿Cómo ha percibido las reacciones de las personas?

La experiencia de los dos foros posteriores a las proyección de la película del festival lo que me dice a mi es que hay una profunda necesidad de diálogo, tanto de estas chicas transgénero hacia la sociedad en la que viven como en sentido contrario. La película lo que produce es una posibilidad de ese diálogo. Ya no son esos personajes amenazantes que están al otro lado de la acera cuando camino en San José en la noche sino que son personajes que puedo entender en su cotidianidad y a los que puedo acceder a partir de estos espacios de debate.