Por Darwin Mendoza del Laboratorio de crítica y periodismo cinematográfico CRFIC16
Al extremo sur de Italia, tras las grandes guerras del pasado, la isla de Lampedusa ha mantenido un estilo de vida tranquilo y pausado, siendo famosa sobre todo por su atractivo turístico; sin embargo, en los últimos 20 años, esa tranquilidad se ha ido trastocando, in crescendo, por su atractivo geográfico.
Esta pequeña isla europea, ubicada a pocas millas del norte de África -uno de los territorios en guerra más hostiles en la actualidad-, tiene un incremento alarmante en la migración desesperada de África a Europa.
Fire at the sea (2016), el más reciente trabajo documental del director italiano Gianfranco Rosi se presenta como un magnífico film, que por su sencillez de tratamiento, nos acerca de manera efectiva a una realidad urgente y cruda.
La estructura narrativa de la película está sustentada en un trabajo de montaje que ordena la visión del director, mientras la fotografía registra secuencias de fragmentos de realidad donde las personas -que son el centro de atención- ignoran o no pueden dar importancia a la presencia de la cámara.
Fire at the sea es una magnífica exploración de 74 minutos dinamizada por contrastes: día y noche, dentro y fuera, vida y muerte, consciencia e inconsciencia, ficción y no ficción, entre otros binomios. En sus primeros 5 minutos se nos anuncia por medio de de imágenes, esa extrema dicotomía que gobierna todo el film, cuyo tema, más allá de presentar la problemática de la migración, nos somete a la reflexión de un mayor contraste: observamos solamente esa realidad o actuamos en la medida de nuestras posibilidades para contribuir a su solución.
Comenzando con el contraste entre día y noche, podemos ver bajo el sol, la tranquilidad del niño protagonista (Samuele) y su mundo de juegos que de forma abrupta se contrapone a la noche. Aquí el sonido toma gran relevancia para manifestar un grito desesperado, que abraza la lucha de 250 personas que imploran ser rescatadas del mar.
Otro punto de realidad contrapuesto en el film, es tierra y mar. El primero, mediante locaciones interiores cargadas de pasividad, que parecen casi ignorar lo tumultuoso de la situación que constantemente toma lugar en el exterior/mar. El segundo, la oposición que surge del recurso técnico de la ficción narrativa insertada en todo este entramado real, pues muchas de las acciones y diálogos de Samuele son dramatizaciones. Este recurso en ningún momento desacredita el trabajo documental de Rosi, al contrario, lo valida como una obra de cine que habla de una realidad específica.
Finalmente, los dos mayores contrastes que sobresalen en esta película son revelados a través de la otra figura crucial en este relato: el doctor local. Es él quien más ha presenciado cómo la vida da paso a la muerte en un instante. En términos de nivel de consciencia, el doctor es el polo opuesto a Samuele, quién por su edad, probablemente, o condicionado por el mundo que crea su familia para él, se nos muestra ajeno a la desoladora problemática de este tipo de migración.
Rosi nos regala con este documental, un ejemplo del cine como una de las mejores herramientas para mostrar nuestra realidad, al mejor estilo del llamado Cine directo, donde no se necesita hacer uso de recursos provocadores externos como música extradiegética, textos o movimientos de cámara que manipulan nuestras emociones. Por el contrario, este film apuesta por incorporar únicamente los sonidos directos y, además, dirige nuestra mirada hacia los fragmentos de realidad que ha seleccionado y que son mostrados en planos generales y medios. La estética presente en todo el film se complementa con pequeñas secuencias que rompen, por momentos, nuestra posición como observadores, al encontrar miradas y diálogos lanzados hacia nuestra dirección; un ejemplo de esto, lo tenemos cuando un sobreviviente relata detalles atroces de esa travesía que ha acabado con la vida de alrededor de 15 mil personas.
La importancia de esta película yace en su énfasis testimonial, que la convierte en un llamado de atención en tiempo real.