Antes de saberse ganador de la Competencia centroamericana de largometraje con su película Temblores, el director guatemalteco, Jayro Bustamante conversó con el CRFIC.
Bustamante caracterizó su segundo largometraje como una sátira mezclada con elementos realistas, con el propósito de contar la historia de Pablo, un homosexual homofóbico, que es “restaurado” a través de una terapia religiosa.
El director de la multipremiada Ixcanul aclaró que su intención no iba dirigida a realizar un filme sobre un coming out, sino a exponer las mentiras que un homosexual acepta como propias para vivir según el mandato familiar, social y religioso de ser un hombre que desea sexualmente a las mujeres.
La investigación sobre el tema y el contexto que quería retratar lo llevó a conocer de cerca a muchos Pablos, quienes se sometieron a procesos de rehabilitación en iglesias, con el fin último de mentir aunque no alcancen la felicidad.
“Al final en Temblores todos son víctimas porque nadie es feliz. Partimos de la base de que mentir es mejor que ser uno mismo, y eso me pareció sorprendente, porque es lo que aconsejan los psicólogos, los padres y los pastores. Te aconsejan mentir. Y todo eso bajo las palabras más exquisitas que son el amor y la compasión”, dijo Bustamante.
Contaste en el Q&A (luego de la proyección de la película) que Ixcanul y Temblores van en una misma línea que tiene que ver con una preocupación social acerca de personas que son excluidas o violentadas en tu país.
Jayro Bustamante: Hay tres insultos en Guatemala que sobreviven, perduran y que, sobre todo, la gente mantiene y que tienen que ver con tres grandes enfermedades sociales. El primero es “indio”, que refleja toda la autodiscriminación que todos tenemos, el pasado colonialista, esa no aceptación de quiénes realmente somos y que no estamos dispuestos a cambiarlo. Ese insulto se puede usar de todas las maneras. Hay gente que tratando de no ser racista habla de los mayas y de los indígenas guatemaltecos como mis inditos, entonces le aporta el paternalismo. Con Temblores fue la misma situación porque yo quería abordar el tema de homosexualidad. Gay es otro insulto terrible en Guatemala.
¿Usan la palabra gay u otra?
JB: Usan la palabra hueco, como un agujero. Ser gay en Guatemala es terrible porque es una sociedad completamente machista, es un patriarcado falocrático, con la idea de la homosexualidad masculina que mezcla la idea de un hombre que está renunciando al poder supremo que es ser hombre y que quiere ser un poco mujer porque creen que ser homosexual masculino significa tratar de ser más femenino. El tercero que quiero tratar en la próxima película es “comunista”, que no tiene nada que ver con la ideología política. La caridad está permitida pero pensar en derechos sociales de alguien más te hace comunista. Y volverte comunista quiere decir que quieres llevar a la desgracia a Guatemala.
Y sos malo, un come chiquitos.
JB: Exacto. Son los tres temas que de alguna manera me interesaba tratar en estas tres primeras películas. Temblores e Ixcanul tienen aún más lazos porque al final estoy partiendo de dos cuentos de la vida real que yo después ficcioné y uní con muchas otras vidas de gente con la que hice mi investigación. En Temblores trabajé con un Pablo, pero yo no quería hacer una historia de coming out; quería que la historia fuese más societal y que no se quedara en el nicho LGBT. Cuando conocí a este Pablo empecé a entender que tenía en frente de mí a un homosexual homofóbico. Empecé a indagar más del porqué de su homofobia y venía de una falta de amor propio, porque el hubiese querido nacer no homosexual, porque tuvo que luchar mucho contra lo que él es y entendí que esa presión y esa no aceptación venía de parte de una no aceptación familiar, de una no aceptación social y de una gana de su familia y su iglesia de cambiarlo. Y una gana personal de cambiar porque es más fácil ser como todo el mundo, en una sociedad que te exige eso. Me pareció interesante, sobre todo viniendo de una Guatemala que es tan pluriétnica, pluri-cultural, pluri-religiosa, pluri-sectaria; porque tenemos diez mil sectas religiosas en el país. El pluri existe y es un país que está preocupadísimo por que todos seamos iguales. Luego empecé a hablar con más Pablos para ir enriqueciendo la historia. Otro factor es que la mayoría de ellos estaban usando mujeres como cover, para cubrir su vergüenza. Al final en Temblores todos son víctimas porque nadie es feliz, aunque parezca que es ganar una batalla en una sociedad en la que tratan de construir fachadas bajo la mentira. Partimos de la base de que mentir es mejor que ser uno mismo, y eso me pareció sorprendente, porque es lo que aconsejan los psicólogos, los padres, los pastores. Te aconsejan mentir. Y todo eso bajo las palabras más exquisitas como el amor y la compasión.
¿Esto te llevó a estas prácticas de restauración de las sectas como una forma de meter a la gente en ese mismo molde?
JB: Al principio, de los Pablos que conocí varios eran evangélicos, pero después también me di cuenta que no sólo los evangélicos lo practican y que el machismo es algo federado en todas las religiones. Entonces quise construir un concepto religioso. Si bien parece una iglesia evangélica a simple vista, los rosarios, las cruces, las oraciones judías, todo hace parte del concepto.
¿La (iglesia) católica también propone este tipo de “escuelas”?
JB: Sí. Lo que más me impresionó es que son religiones que han ido progresando con la idea de que ellos ya entienden que la homosexualidad no se repara, pero saben que tu puedes vivir con esa cruz siempre y que podrías vivir en el buen camino cargando esa cruz. O sea, el pecado es el que no nos gusta pero el pecador si nos gusta. Entonces al pecador si lo aceptamos pero no tiene que pecar. Tienes que renunciar a tu naturaleza para ser aceptado. Y últimamente hay otras terapias para los padres de familia con niños chicos para prevenir la homosexualidad. Entonces es un negocio redondo. Las diferentes terapias están dividas en tres factores. El primero es destruirte psicológicamente y entender que tenés un problema para llevarte al cambio. El segundo es el miedo a la destrucción total, o sea las apariencias que son tan importantes. El tercero entra con la destrucción física, la adoctrinación de enseñarte que no te tenés que excitar con lo que para vos es natural, si no que te tenés que excitar con lo que ellos quieren que te excités. Yo traté de hacer una unión de todo lo que me contaron las personas con las que hablé, pero no quería caer en una burla barata de lo que las religiones hacen, si no que quería mantenerme en ese camino de "te hago daño por tu bien, te hago daño porque te amo".
Al ver la película me sentí como viendo una telenovela, sobre todo al inicio cuando estaba la familia reunida, en medio de una atmósfera densa.
JB: Es un lenguaje más barroco. Yo quería entrar en la película así, con esa teatralidad. Nunca he entendido cuál es miedo de los heterosexuales hacia los homosexuales. ¿Qué daños realmente les pueden hacer? Si bien un homosexual no se puede convertir en heterosexual, tampoco un heterosexual se puede convertir en un homosexual. En este miedo también entra el hecho de que muchas iglesias piensan que hay un lobby gay convirtiendo heterosexuales en homosexuales, incluso en todas estas terapias que estuve investigando fui a unos simposios y conversaciones de gente que aseguraba que los lobbys gays tenían sus centros de acción en las salas de cine y en los baños de los centros comerciales, como si realmente existiera una maldad. Además ellos hablan de trinidad diabólica que está compuesta por los anticonceptivos, el aborto y la homosexualidad, que estos tres polos se habían unido para que no existieran más fieles de dios a futuro. O sea todo lo que no produzca nacimientos es una batalla contra dios.
Volvamos al tema de cómo representás esto a lo largo de la película y el lenguaje con el que lo estás contando, que retrata a la familia de una cierta clase social. Eso marca un contraste muy grande con la vida que a Pablo luego se le abre con su novio o su compañero. Posteriormente están las escenas de restauración que tienen un tono satírico.
JB: Yo escribí toda la película como una gran sátira. Incluso ese comportamiento familiar casi novelesco. Tenía ganas que causara esa sensación de que nos tenemos que burlar de estas cosas que ya no son de nuestra época, sin caer en una burla para que no fuese una comedia popular. Esa fue la puesta desde el inicio, qué bueno que lo sentiste.
Aún así siento que no es realmente una sátira, no con todo su peso e intención. Es ambigua.
JB: Sí, para no caer en esa sátira más burlesca lo que hice fue una mezcla con la realidad. Me llevé todo el registro actoral hacia una cosa más contenida y más real sobre la comunidad guatemalteca capitalina. Nosotros somos todas ciudades que están en las montañas, con una actitud montañesca de guardarnos las cosas, de gravedad y que cuando explotamos, explotamos dramáticamente. Podemos parecer poco dramáticos pero cuando nos toca el drama lo hacemos con todo. Esa fue la intención de mezclar la crítica social con el entendimiento de porqué esta sociedad actúa como actúa. Y yo creo que también el hecho de haber puesto la película en un set de clase media alta me sirvió para alimentar eso. No quería hablar desde el punto de vista de una sociedad más popular porque no quería que se pudiese pensar que esto pasa sólo porque uno no tiene los estudios, el dinero, los viajes. Quería decir que esta gente tiene toda la posibilidad de cambiar pero decide no hacerlo, porque eso sí es una decisión. Decidir no ser progresista depende de vos. Decidir luchar contra los derechos humanos de alguien más depende de vos. La homosexualidad no.
Hay otro elemento también, y es que está ambientada en una época anterior.
JB: Es actual. Eso es una libertad que me tomé. Para mí este es un problema arcaico. Si es una época actual y las investigaciones las hice en estos últimos cuatro años..
Sí, eso lo entiendo, pero, ¿el diseño de arte?
JB: Quise usar una estética más próxima al cine de las setenta, que me gusta mucho. Entonces jugué haciendo esta mezcla para decir "vean cómo vivimos de manera arcaica todavía".
Voy a decir una obviedad: se llama Temblores porque en Guatemala, así como en Costa Rica y en Centroamérica ocurren muchos temblores, pero es metafórico.
JB: Sí, yo pensé la idea del título pensando en la construcción, en cómo uno construye sobre la mentira, y como una construcción que no está basada en la honestidad puede ser frágil, sobre todo en una sociedad que se mueve tanto como la nuestra, que es una sociedad que está apenas formándose. Cuando conocí al primer Pablo, le pregunté por qué se había quedado tanto tiempo en esa mentira y por qué no se había ido antes y me dijo que él quería estar cerca de sus hijos por si temblaba, quería estar cuidándolos por si eso pasaba.
¿Cómo se llevó a acabo la investigación?
JB: Fuimos a varias de las charlas. Yo me inscribí en una terapia para vivirla completa, pero no pasé mucho más allá de dos o tres reuniones, porque esto fue muy temprano en mi investigación y yo acababa de sacar Ixcanul en Guatemala y me había vuelto reconocible. Como me reconocieron dijeron: "este no está para terapia debe estar aquí para otra cosa" y de manera muy elegante me dijeron que me fuera, así que no pude hacer la terapia completa. Pero tuve la suerte de tener los recuentos de los hombres que sí las habían hecho. Mujeres tuve muy pocas, tres. Al parecer las terapias que ellas recibieron eran mucho más parecidas a terapias de rehabilitación de drogas.
¿Para los hombres implica hasta una terapia química?
JB: Lo que me contaron es que para los hombres es mucho más violenta. También otra parte de la violencia es la presión e intervención familiar. La familia llegó, se reunieron, así como lo muestra la película y dijo: "aquí hay un problema", tomaron una decisión y lo inscribieron en un centro, que son como campos de concentración.
Hay un personaje hacia el cual sentí mucha empatía, y me parece que está muy bien logrado -incluso muy bien actuado- que es del novio. Es como un contrapunto de Pablo, como el otro protagonista de la historia.
JB: Sí, yo tenía la necesidad de tener dos personajes luminosos, porque es una película muy asfixiante, muy oscura. De un lado tenía a Francisco que iba a confrontar a Pablo, aunque yo no quería decir que asumirse homosexual es significado de encontrar la felicidad. Es simplemente vivir bajo tus propios patrones de verdad. Francisco también es un ser atormentado y podemos entender que ha vivido muchas cosas graves, pero ya él se puede ver desde dónde él es él mismo, entonces, una gran parte del camino está lograda. Me interesaba que Francisco tuviese esa verdad que es no mentirse a uno mismo. Del otro lado tenía a Rosa, que es la nana de los niños y aliada de Pablo. Rosa tiene esa luminosidad que viene del hecho que no juzga a nadie. Ella quiere a la gente, protege a la gente y hará en el pequeño territorio que tenga lo que pueda para que su gente esté mas feliz, sin llegar a juzgarlo ni cambiarlo. Con Francisco hicimos un trabajo de un personaje de calle, inspirándonos mucho en la carrera de Al Pacino en los setentas, como alguien que tenía mucho roce, mucha calle, que sabía solucionar problemas. De estos personajes que seguro viven al borde del agua pero que saben respirar en otros lugares. Mauricio Armas (actor que representa a Francisco) me dijo: "si Francisco es alguien que hace masajes en los centros de tercera edad es seguramente alguien que tiene mucho amor que dar". Es desde ese punto que lo trabajó y a mi ese personaje me gusta mucho porque es muy franco. Él se ha sabido construir otras familias. En Guatemala, proverbios bíblicos como "amarás a tus padres ante todas las cosas” siguen siendo muy importantes, y no es es que esté en contra del amor hacia la familia, pero si hay padres que te hacen daño no tenés porqué seguir amándolos, o por lo menos te tenés que alejar del círculo que te está dañando. Francisco entendió eso y se consiguió una nueva familia, que es una familia de los amigos de la vida que él lleva, de sus pacientes.