Andrea Testa Francisco Márquez son codirectores de la película "La larga noche de Francisco Sanctis", que inauguro el Costa Rica Festival de Cine 2016. Juntos adaptaron la novela homónima de Humberto Costantini que se ubica en el Buenos Aires de 1977 durante la dictadura cívico-militar consideraba como la más sangrienta de la historia de Argentina con un saldo de 30.000 desaparecidos. 

Ustedes se basaron en un poema y una novela de Humberto Costatini como punto de partida para la película. ¿Por qué?

Nos interesaba particularmente la novela, primero, porque abordaba la última dictadura cívica voluntaria en Argentina que fue bastante abordaba en el cine argentino pero no desde el lugar que toma la novela. La novela no lo aborda desde los militares o la militancia política, sino desde un hombre que se creía que estaba fuera de la historia, que no se asume como un sujeto político, vivía su vida hasta que leyó una información y ya no puede vivir más en esa supuesta neutralidad y tiene que tomar una decisión en una sola noche. Nos parecía muy importante el abordaje desde un personaje de ese tipo, un personaje gris, un personaje normal y cotidiano. Sentíamos que tenía relación con lo que en Argentina le llamamos “mayoría silenciosa”, que cumplió un rol muy importante para que la dictadura se pudiera consolidar. De alguna manera con su silencio, su pasividad, dio lugar a que la dictadura pueda avanzar en sus crímenes, en sus proyectos económicos, sociales y políticos. La película no busca juzgar a esa gente que ha vivido esa época de esa manera, pero sí tratar de problematizar, de pensarlo. De hecho, hubo una proyección en Buenos Aires en la que una señora, después de terminada la película muy emocionada nos dijo: “yo siento que esta película me habla a mi, yo viví los 70 y no hice nada y esto no puede volver a pasar y no me puede volver a pasar”, fue muy fuerte para nosotros.

A su vez otro aspecto que también nos parecía era que la novela es muy actual, la película y la novela aborda cómo nos relacionamos en la sociedad en la cual vivimos. Después de la caída del muro de Berlín, no porque la experiencia soviética sea una a la cual referenciarnos, pero sí por lo menos uno sentía que había un proyecto colectivo, con todas las diferencias que uno puede tener. Ahora hay una ausencia de un proyecto colectivo, una atomización social muy grande, hay un creciente individualismo muy grande. Eso que le pasa al personaje, ese conflicto, es muy pertinente para pensar en la actualidad.

La generación que ya no está conectada a la dictadura, ¿Cómo vive esa memoria histórica?

En Argentina hay una memoria activa muy importante y muy fuerte. El 24 de marzo que fue el día del golpe militar se hace una marcha enorme pero enorme, enorme, enorme, de cientos de miles en Argentina repudiando el golpe de Estado y diciendo: “nunca más”. Ahora, incluso en los últimos años también se avanzado en otras cuestiones, por ejemplo, ya no nombrarla más dictadura militar solamente. Ahora le decimos “dictadura cívico-militar”, entendiendo que no fue solo un golpe de Estado solamente hecho por los militares sino que tuvo gran parte de su apoyo en el empresariado y, obviamente, Estados Unidos. También reconocemos que hubo toda una parte civil con un rol preponderante, y que incluso los partidos que hoy siguen en Argentina como el radicalismo o el peronismo dieron intendentes al gobierno militar, les dieron cuadros políticos.

Además, se ha avanzado en recuperar los espacios de memoria en los que fueron los centros de tortura y de detención. Pero lamentablemente en el último año a partir del cambio de gobierno en Argentina, que asume un gobierno de derecha, un gobierno que quiere volver a tener otra vez las relaciones como en los 90: carnales con Estados Unidos. Y todo el discurso sobre los 70 quiere volverse atrás, un gobierno actual que quiere poner de nuevo en ejecución la cantidad de número de desaparecidos como si eso fuese relevante, pero lo ponen claramente en escena porque quieren cuestionar esa memoria al mismo tiempo que, casualmente, el plan económico que quieren implementar es bastante parecido al que hicieron en la dictadura, un plan neoliberal. Entonces más que nunca la población tiene que ponerse activa para reafirmar esa memoria. De hecho la última marcha del 24 de marzo en funciones fue una de las más grandes en los últimos tiempos.

¿La película tiene un impacto político-ideológico? ¿Usted cómo lo percibe?

La terminamos de filmar el año pasado, la fuimos editando y la estrenamos ahora. Pero fue distinto ver como la película cambiaba con el contexto, se volvió mucho más actual. No estoy planteando en absoluto que en Argentina se esté viviendo una situación cercana al régimen militar. En los discursos de alguna manera se atenta contra la memoria. Fue muy paradójico lo de BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente), porque BAFICI es del gobierno de ciudad. La ciudad es el bastión del PRO, que es el gobierno que actualmente está en el poder. Incluso el Ministro de Cultura de la ciudad dijo abiertamente que en Argentina el número de 30 mil desaparecidos fue algo que se reveló en un escritorio para cobrar subsidios. El festival se dio en ese marco, nosotros estando en el festival con esta película asumimos que no podíamos quedarnos callados e incluso denunciamos públicamente en la función al Secretario de Cultura y le pedimos la renuncia, en un festival organizado por el gobierno de la ciudad. Por eso fue todo muy paradójico. Se levantó un ex-director del festival y nos insultó en medio del cine por hacer la denuncia y, sin embargo, ganamos el festival. Habla bien de las autoridades del festival que le dieron el lugar a la película. Pero si fue muy contradictorio.