Por Alonso Aguilar

Estos productos comunicativos han sido escritos por profesionales costarricenses que han participado en el Laboratorio de crítica cinematográfica del CRFIC. Las opiniones aquí reflejadas son exclusivas de los críticos y no necesariamente representan la posición del festival.

La esencia del cine transgresor se encuentra en su intención explícita de incomodar. Son las películas que desde su osadía e irreverencia invitan al espectador a repensar su rol y la relación misma que se gesta con el contenido en pantalla.

A partir de esta convicción, los filmes relacionados al Nuevo Extremismo francés (movimiento que utiliza tópicos del horror y de la explotación y los filtra a través de estéticas relacionadas con el cine arte) suelen trastabillar sobre la delgada línea que delimita la subversión y el sensacionalismo.

Inteligentemente, Todos los dioses del cielo (2018), largometraje del director autodenominado Quarxx, se centra primero en decidir el “qué” quiere contar para luego determinar el despampanante “cómo”.

Una leída rápida de su premisa evoca el aura ridícula de una reapropiación cualquiera del cine serie B, pero es cuestión de observar los minutos iniciales para caer en cuenta que la película francesa tiene una propuesta más deliberada.

Todos los dioses del cielo trata de un hombre llamado Simon (Jean-Luc Couchard) que anticipa el retorno de los alienígenas que cree que lo secuestraron en su infancia. Su irracional deseo se ampara en una utópica liberación para su hermana Estelle (Melanie Gaydos), quien está discapacitada, y para sí mismo.

De cierta manera, esta idea refleja la fragmentada psiquis de un hombre que no quiere lidiar con las consecuencias de lo que ha construido. Más interesado en el conflicto interno de Simon que en el universo fantástico en el que habita, Quarxx le da la vuelta a las expectativas al construir un drama íntimo y claustrofóbico que sabe cómo aprovechar sus provocaciones.

Por la mayor parte del metraje, el tono favorece las atmósferas y la contemplación. El preciosismo estético y las tomas largas exaltan un incidente mínimo, pero tal contemplación expone la naturaleza de los vínculos de los personajes a través de acciones y sutilezas que se van amontonando para enaltecer el creciente sentir de malestar.

Ocasionalmente, ráfagas de viñetas surreales o escenas chocantes con edición trepidante suceden, pero al ser un contraste tan marcado con el manejo y propuesta formal de la cinta, su ruptura se vuelve aún más efectiva.

Si bien contiene elementos de body horror notables y muy bien logrados, el filme de Quarxx se diferencia del énfasis en la corporalidad del Nuevo Extremismo francés (y su fascinación con llevarla a su límite más decadente). Su interés en el deterioro de sus protagonistas yace desde una ambición más amplia: la exploración de un plano espiritual.

Ante la desilusión generalizada de su existencia, Simon forja su sentido a partir de la dependencia de un ente mayor; uno que le brinda la posibilidad de redención que no vislumbra en su deprimente contexto inmediato. Sus métodos pueden verse como misantropía y hasta demencia, pero el retrato de la cinta evita caer en el nihilismo adolescente, y justifica este accionar desde un potente centro emocional.

Producido por el exitoso cineasta de culto François Cognard (Amer y Let The Corpses Tan), Todos los dioses del cielo se suma a un canon de cine de género osado y ostentoso que apropia los excesos en el lenguaje visual y narrativo, pero los filtra desde sentires universales con los que cualquiera podría identificarse.

 

País: Francia

Año: 2018

Título original: Tous les Dieux du Ciel

Dirección: Quarxx

Etiquetas: 
7CRFIC, Crítica