Por Yoshua Oviedo
Estos productos comunicativos han sido escritos por profesionales costarricenses que han participado en el Laboratorio de crítica cinematográfica del CRFIC. Las opiniones aquí reflejadas son exclusivas de los críticos y no necesariamente representan la posición del festival.
¿Qué es la verdad? ¿Cuáles son los principios para que una mentira se convierta en verdad? Son preguntas que a priori se pueden pensar son ajenas al cine o al fenómeno cinematográfico. Sin embargo, en la esencia misma de este arte radica el concepto de crear representaciones que puedan ser aceptadas por un público, sin importar su verosimilitud.
La división en géneros cinematográficos puede crear la ilusión de que existen filmes más verdaderos que otros; o la moda de indicar que una historia está “basada en hechos reales”, transmite expectativas desde el inicio de un filme. Se puede también asumir que un documental se trata de una verdad o de desenmascarar un hecho falso, una mentira. Sin embargo, estas variantes se refieren al contenido de lo mostrado, no a la forma en que se muestra.
En otras palabras, se puede llegar a creer que la historia proyectada en una pantalla es real y no se suele pensar en términos de montaje, de posición de cámara o de los recursos formales empleados para mostrar algo. Estos detalles siempre condicionan la percepción, el cine siempre es una mentira, aunque hay películas que mienten mejor que otras.
Lo anterior responde a la interesante propuesta de Andrés Kaiser, Feral (2018), primer largometraje del realizador mexicano, quien explora el género de horror al filmar una historia como si se tratara de un documental.
El filme muestra la investigación para descubrir un misterioso incendio, en un pueblo en las montañas de Oaxaca en los años ochenta, en el que murieron unos niños y todo está relacionado con la extraña vida de un ermitaño. El director juega con unas supuestas cintas de VHS (el recurso del found footage es frecuente en este tipo de cine), entrevistas a testigos y un guion que con ingenio crea la verosimilitud de lo narrado.
Con el fin de crear suspenso, el cine de horror precisa de involucrar al espectador, emocionarlo y que sienta algún vínculo con los personajes. Kaiser utiliza niños en una situación de indefensión, una casa en la montaña, un trasfondo religioso; pero, a su vez, evita mostrarlo todo; para ello usa una estética analógica (fotos, videos), así justifica las “fallas” en las cintas de video. También crea una subtrama para darle profundidad a un personaje enigmático que solo se conoce a través de la distancia generada con las cintas y el relato de terceros. El uso de la música genera suspenso e incertidumbre, y al mostrar el contenido de los casetes de VHS en pantalla completa, traslada la acción psicológica y emocional de los supuestos investigadores que descubren el material, al espectador, quien es en realidad el único “testigo”.
Otros elementos, como el psicoanálisis y las referencias bíblicas, permiten conjeturar más asociaciones. Asimismo, Feral recuerda a Canoa (Felipe Cazals, 1975), una ficción basada en los trágicos hechos acaecidos en setiembre de 1968, cuando en el pueblo de San Miguel de Canoa se asesinaron a cinco jóvenes, trabajadores universitarios, debido al fervor religioso liderado por el párroco. El estilo cuasi documental usado por Cazals, con saltos temporales y reconstrucción del evento al estilo periodístico, se percibe en el estilo de Kaiser.
Antes se mencionó la importancia de pensar el cine desde el montaje. Esto es más importante cuando se revisa la filmografía de Kaiser, quien ha trabajado como editor en varias obras, tanto ficción como documental, en televisión y en cine. Además, ha sido guionista en unas seis producciones, incluida Feral, por lo que la película se nutre de la forma en que está ensamblada. Los diferentes actores se van mezclando con la historia principal y va tomando coherencia. La investigación, supuesto punto de partida, es, por lo tanto, factible, y esto es lo que facilita que el público sienta que se le está revelando una historia secreta.
En Feral también se estudia la otredad, a partir de un “otro” que se reconoce como diferente, alienado. El carácter ermitaño del protagonista y las condiciones en las que los niños han crecido favorece la idea. Esto, en un contexto mexicano en el que se lucha por mantener en la memoria miles de cadáveres que se acumulan en fosas comunes y que puede llevar a la normalización de la violencia, es de gran relevancia; de ahí la búsqueda de una explicación para los hechos, para que el espectador simpatice con los personajes y los sienta cercanos. Acá, al “otro” se le da un rostro, ciertamente deformado por las condiciones que se muestran, pero un rostro al fin y al cabo. Y esa ficción en clave de suspenso remite al horror real que se vive en territorio mexicano con los incontables desaparecidos. En el filme se habla de la crucifixión de una persona; en la realidad, se dejan los cuerpos inertes colgando de puentes… Entonces, ¿en qué consiste la verdad?
País: México
Año: 2018
Título original: Feral
Dirección: Andrés Kaiser