La brasileña Julia Murat dirigió Pendular, película que participa en la Competencia internacional de largometraje en el Costa Rica Festival Internacional de Cine 2017.

 

Cuando Murat escribió el guión no tenía plena conciencia que la lectura de la película por parte del público estaría permeada por una mirada cuestionadora del machismo, aunque sea inevitable pues el personaje de la bailarina -pareja del escultor- es fuerte, decidida y con una autonomía aplastante. 

 

Trazar una línea con un cinta para dividir los espacios de trabajo creativo en el hogar que comparten, obligó a estos dos personajes a replantearse la relación de pareja, el arte y la equidad e igualdad cotidiana, una utopía impostergable. 

En Pendular hablás sobre las fronteras entre el arte y el amor y cómo se cruzan.

 

Escribí Pendular con mi marido, así que la frontera está puesta desde el principio. Cuando empezamos el noviazgo, pensé en la película y enseguida lo llamé, pues yo estaba preguntándome sobre el efecto del amor. Yo estaba entrando en su vida y él en la mía después de un matrimonio de él y eso hizo que ya hubiera mucho pasado en la relación. Yo también tuve una relación antes, de diez años. Así que era difícil cruzar esa frontera y saber lo que podríamos decir el uno sobre el otro.

 

Hay un hermetismo en ambos, ninguno quiere decir tanto sobre sí mismo, la frontera se la trazan ellos mismos…

 

La línea cruzada en el espacio, es una simbología obvia de lo que está pasando entre los dos: no quieren decir pero tampoco preguntar. Tienen el cuidado de cuidar del otro, pero también con eso se ponen en una posición de mucha distancia, y creo que la película va caminando hacia el punto de que ya no es más posible no cruzar esa frontera. Ese proceso lo vivimos mi pareja y yo; cuando empezamos a escribir la películas estábamos justo en el principio de la relación cuando todavía no la habíamos cruzado la frontera y hubo un momento que tuvimos que cruzarla. Así que la película cambió mucho mientras nuestra relación cambió también. 

 

¿Es una autoficción?

 

Más o menos… sí es una autoficción; podría estar dentro de esa categoría, pero refleja más la situación porque la historia es completamente distinta, aunque el sentimiento y la situación refleja nuestra vida, un reflejo muy abstracto.

 

La película muestra el proceso creativo de los personajes: él con sus esculturas y ella con su danza.

 

Era muy claro para Matías y yo, que cuando se muestra el proceso creativo en las películas de ficción parece que la relación con el arte es subliminal, casi de dios hacia el hombre, como si no hubiera trabajo. Y es lo contrario en la mayoría de los artistas, y queríamos retratar eso, el trabajo constante que hay en la creación. Con ella, como el proceso de creación de la danza es visible en el cuerpo era más fácil de retratarlo. Se ve cómo la coreografía se va construyendo y cambiando. Con él, intentamos mostrar un camino, cómo empieza con esculturas muy pesadas y estáticas, pero cuando él la ve danzando, quiere traer el movimiento a la escultura y se ve obligado a trabajar con objetos y materiales más pobres, hasta que logra traer el movimiento y mantener una estética propia.

 

Hay pocos diálogos, mucha intensidad en el lenguaje gestual y corporal y a la vez mucha contención, ¿cómo fue la dirección de actores? 

 

Trabajosa (ríe). Rachel (la actriz) trabajó para la película casi un año. Luego de elegir a los dos, ella empezó a trabajar corporalmente porque no es bailarina. Ella es acróbata, fue miembro del Cirque du Soleil y es actriz. Ha hecho clases de danza toda su vida. Además había tenido un hijo hacía cuatro meses y no estaba en forma. Al principio hice todo un trabajo para que se pusiera en forma y empezamos a hacer clases de danza más específicas, del tipo que se ve en la película. Hicimos dos meses de encuentro con el colega bailarín para hacer la coreografía y luego hicimos trabajo de interpretación, de forma alterna. Con él fue más concentrado en la interpretación, fue a un taller de escultura e hizo dos clases de arte visual para tener la jerga. Todo el trabajo fue para encontrar la emoción y contenerla, ese fue el trabajo principal. Rodrigo (el actor) es bastante contenido, incluso fue un problema porque al final yo descubrí que necesitaba que él explotara en algún momento; pero ella es una persona completamente hacia afuera, muy abierta, así que en ese sentido, lo que hicimos fue trabajar para contener la emoción de Raquel lo máximo que pudiéramos. Hubo un momento en que creíamos que no íbamos a lograr nada. 

 

El entorno, el hogar de ellos, es muy importante; el adentro y el afuera y la forma en la que él va invadiendo el espacio de ella.

 

Escribimos casi todo el guión sin tener el espacio (locación).  Luego fuimos a conseguir un espacio -que yo conocía pero Matías no- en Río (de Janeiro), que es más o menos lo que tratamos de retratar en la película: una antigua fábrica que se convirtió en un sitio para artistas; nadie vive ahí pero cada uno tiene su espacio para trabajar. Cuando Matías lo vio dijo: “tenemos que traer eso a la película”. Entonces decidimos reproducir no solo un sitio en el que ellos vivieran y trabajaran, sino que compartieran con otros artistas que también vivieran y trabajaran ahí. El lugar donde filmamos es una fábrica que está completamente abandonada desde hace 30 años, así que tuvimos que crear todo: la habitación, la cocina, y estaba muy sucio, era muy difícil estar ahí, teníamos que limpiar todos los días, no había agua.

 

¿Es un manifiesto  -un péndulo- que proponés entre el machismo y la autonomía de la mujer y la convivencia igualitaria?

 

Sobre el machismo, no teníamos conciencia de lo que estábamos proponiendo en el guión. Para nosotros él necesitaba más espacio porque creaba objetos (esculturas) más grandes y ella, al ser bailarina, trabajaba con el cuerpo, y esto tiene el problema de que no es obvia la relación de espacio que necesitás porque el espacio que tenés lo ocupás de por sí. La relación del espacio no la planteamos porque fueran un hombre y una mujer, sino porque eran un escultor y una bailarina. Pero hoy en día, y después de mostrar la película a un montón de gente comprendí que hay una capa más de análisis porque elegimos el hombre como escultor y ella como bailarina, y pudimos haber elegido lo contrario. Quisimos hacer una relación entre personajes lo más complejos posibles, y al final, esa relación con una mujer lo más compleja posible, tan fuerte y decidida, que tiene la capacidad de adecuarse al espacio que tiene, ya es de por sí un manifiesto contra el machismo. El momento en que quería exponer el machismo de forma consciente es cuando él le dice a ella: “quiero darte un hijo”, y no dice: “quiero tener un hijo”. Esa frase tiene esta postura del hombre como si fuera el proveedor, que da a la mujer que recibe. Eso sí era consciente.

 

Sobre la relación sexual de la pareja, la filmás en un tono explícito y con mucho realismo…

 

Yo quería trabajar el sexo como ocurre en una pareja, como algo no exótico, y tampoco como si fuera una relación romántica en el sentido más idealizado, porque es una relación carnal entre dos personas; eso es raro de ver en el cine. El hecho de que es una relación sexual hace que para nosotros sea extraño verla en la película tratada con esa naturalidad. Lo raro es que en la película es normal. Las relaciones sexuales cambian, el sexo es una forma de relacionarse en pareja, como el arte y las conversaciones. Mientras estaba escribiendo el guión, no tenía idea de cuán raro era para los otros, empecé a tener idea cuando compartí el guión y algunos actores me preguntaron cómo iba a filmar esas escenas.  Eran dos personas follando, que obviamente no lo hicieron en la película. Se trabajó toda la situación amorosa necesaria para que llegaran a esta intimidad, los dos actores lo hicieron porque tuvieron la disposición emocional y corporal. Rachel dice que cuando leyó el guión le resultó muy natural, mientras que las otras personas preguntaban cómo iba a hacer, y se sintió nerviosa; luego entendió que si ponía tensión en las escenas lo convertía en algo exótico, por lo que sacó toda esa tensión que era de la sociedad y pudo relajarse y entregarse.