Por Alonso Aguilar

Estos productos comunicativos han sido escritos por profesionales costarricenses que han participado en el Laboratorio de crítica cinematográfica del CRFIC. Las opiniones aquí reflejadas son exclusivas de los críticos y no necesariamente representan la posición del festival.

Distintos rostros de perros se apoderan de la pantalla. Sus razas, tamaños y temperamentos varían, pero todos tienen en común el cuidado de Marcello (Marcello Fonte), tímido estilista canino cuya pasividad lo convierte en sujeto de múltiples tipos de abuso.

El sometimiento absoluto del protagonista hacia los canes se ve reflejado también en la tóxica relación que mantiene como expendedor de cocaína para Simone (Edoardo Pesce), ex-boxeador cuyo imponente temperamento y corporalidad desbordan constantemente en altercados violentos que terminan por complicar la vida de todo aquel involucrado.

Volviendo a un tratamiento naturalista luego de accidentadas desviaciones hacia la fantasía en Realidad (2012) y El cuento de los cuentos (2015), el director italiano Matteo Garrone reencuentra su esencia en el humor oscuro y la violencia tangible de Dogman (2018).

Como en la aclamada Gomorra (2008), su inspiración nace de sucesos reales del crimen organizado en los suburbios itálicos y se desarrolla en crudas exploraciones del entorno social contemporáneo. Donde se distinguen ambos filmes es en la decisión de Dogman de adentrarse en la psicología de un personaje específico.

Los planos prolongados en donde se observan las labores de Marcello irradian una imponente nostalgia que sumerge de lleno en su patética cotidianidad. A pesar de la constante humillación, la mirada del actor homónimo se mantiene gentil y estoica, solo evocando la ira que carbura a través de sutiles gestos.

Su interpretación, galardonada como la mejor en el Festival de Cannes, retrata a la perfección las distintas capas que existen detrás de un manipulador de primera, donde el servilismo exacerbado a las figuras de autoridad viene permeado de un profundo resentimiento.

Este sentir de envidia y masculinidad comparativa es el núcleo que guía la tesis de Garrone en el filme. En una sociedad que literalmente gestó al fascismo, los ideales de “respeto” se construyen desde lo autoritario y la imposición.

Prolongar este ciclo, como lo plantea Marcello con su elaborada y brutal venganza hacia Simone, es reavivar una llama que se alimenta de las características más deplorables del ser.

Mediante su sórdida narrativa y deliberada estética que exalta el claroscuro y la suciedad, Dogman sigue una trayectoria lineal y descendente hacia la decadencia del espíritu. El destino final es una catarsis momentánea que se desvanece y no deja rastro alguno de humanidad; un mundo áspero donde hombre y perro se vuelven indistinguibles el uno del otro.

 

País: Italia-Francia

Año: 2018

Título original: Dogman

Dirección: Matteo Garrone

Etiquetas: 
7CRFIC, Crítica