Tengo sueños eléctricos

Tras el divorcio, Anca (40) parece más determinada que Martín (45) a seguir adelante. Sol (8) y Kuesi, el gato de la familia, están descompensados y orinan por toda la casa. Eva (15) acumula crisis, sumando esta separación al desconcierto de lidiar con su deseo sexual. El momento de Eva coincide con una segunda adolescencia de Martín, quien apenas puede mantenerse en pie, viviendo temporalmente en casas de amigos. Maravillada por la libertad de la adultez y empeñada en cuidar a su padre, Eva decide acompañarlo y en este camino va descubrir la rabia que la carcome y que, sin saber, heredó de él.