Memories of a penitent heart es un documental que investiga el pasado familiar de la directora puertorriqueña Cecilia Aldarondo y se centra principalmente en la muerte de su tío Miguel en 1987, por complicaciones relacionadas con el SIDA. En el marco del Costa Rica Festival Internacional de Cine se exhibió “Memories of a penitent heart” como parte de la Competencia internacional de largometraje. Conversamos con su realizadora Cecilia Aldarondo.

¿De qué manera estos archivos familiares empezó a tomar forma hasta convertirse en un documental?

La idea surgió en 2008 cuando mi mamá encontró en el garaje, una caja que tenía dentro unas cintas de 8 milímetros de película casera y de diapositivas que documentaban su niñez en Puerto Rico en los años 50 y 60. Me las entregó a mí y me dijo que si las digitalizaba y le entregaba un DVD podía hacer lo que me daba la gana con el material. Pero ella no sabía en ese momento lo que yo iba a hacer, ni yo tampoco. Empecé a revisar lo que había encontrado y veía estas imágenes de mi tío Miguel que murió cuando yo tenía 6 años, en 1987. Cómo murió a los 31 años, me quedé pensando en este tío que no había conocido, misterioso. Había rumores, era una historia incompleta y me fijé en cómo eran los cuentos sobre mi tío. Siempre eran muy positivos: que él era actor, que era chistoso, que era talentoso. Pero por otro lado, muchas veces salían aspectos difíciles, como que a lo mejor él tenía SIDA, que era gay, que tenía una pareja. Yo me empecé a decir: “hay algo que no está resuelto aquí, que no me gusta de este relato”.

Un aspecto destacado del documental es el papel de la realizadora como “detective” y la indagación como estrategia narrativa. Cuéntenos más de este proceso.

Yo veo estos documentos como síntoma de algo. Por ejemplo, mi mamá encontró el certificado de defunción de mi tío que dice: causas naturales. Mi familia decía que él se murió de cáncer, incluso en el obituario se dice que murió de cáncer. También en el certificado de defunción dice “nunca casado”, eso lo vi como un síntoma, como una manera eufemística de decir que era homosexual. Decir que se murió de cáncer también fue una forma de ocultar. Por eso no es suficiente con lo que uno ha encontrado, tuve que leer entre líneas, entender que no se está diciendo. De manera paradójica lo que se ha recordado es una forma de ocultar y olvidar, es lo que quiero enfrentar en la película.

El catolicismo es omnipresente en la película…

Para mí la Iglesia Católica es el clima ideológico de la película, influye en los pensamiento de los personajes centrales de la película. Mi tío luchó mucho con mi abuela para redefinir lo que era Dios para él. Cuando empecé esta película estaba en una fase anti religiosa; yo me crié en la Iglesia pero estaba bien decepcionada. Con la película tuve que pasar por un proceso de reconciliación, tuve que distinguir entre el impulso de creer en algo, de querer tener una vida espiritual y la institución política que es la Iglesia. Están relacionados pero no son la misma cosa, y eso lo veo en el personaje del Padre Aquino (la pareja de Miguel) a quien yo le pregunté ¿Por qué volviste a la misma Iglesia que te odia? Y me dijo “porque es el único lugar donde me sentía aceptado” ¡Qué ironía!, ahí sentía que tenía una comunidad. Igual que Miguel, quien no quería dejar su religión. Por eso yo no puedo decir lo que necesita la gente y especialmente en momentos de crisis.

¿Qué intención tenía al dejar vacíos en la historia?

Para mí es sumamente importante dejar cierto vacío, la pérdida de Miguel es una pérdida que se debe reconocer y si trato de llenar ese hueco demasiado no podemos enfrentar la tragedia de la pérdida.

No es precisamente un retrato halagador de su tío...

Veo esta película como una forma de honrar a mi tío y conocerlo un poquito mejor. A través de este proceso de investigación encontré cosas que de otra forma nunca hubiera encontrado; por ejemplo, lo vi cantar y actuar en video por primera vez en mi vida, encontré una obra que estaba escribiendo sobre Carmen Miranda. Yo no lo conocía como artista y traté de honrarlo de esa manera. Pero por otro lado Miguel no era perfecto, la idea de redención, de ponerlo como un héroe no me interesa.

Se aborda el tema de la familia “no biológica” y cómo no son socialmente legítimas.

Yo tenía una idea de que Miguel era homosexual. En el documental estaba buscando al compañero de Miguel, pero además yo sospechaba que si se fugó de Puerto Rico a Nueva York a vivir una década; allí él tenía otra comunidad. Cuando yo preguntaba a mi familia nadie se acordaba de ninguno de sus amigos. Algunos amigos que encontré me confesaron que sabían desde hace meses que yo estaba haciendo la película y estaban sumamente preocupados porque pensaban que yo era anti-homosexual. Se preguntaban: ¿Quién es ella? ¿Qué motivos tiene? Pero también había un dolor no resuelto. El entierro oficial de Miguel se hizo en Puerto Rico y no hubo discusión, sin embargo, hubo otra ceremonia en Nueva York de la que mi familia no sabía. Para mí lo difícil y doloroso es que mi abuela le robó a toda esta comunidad la posibilidad de hacer luto.

Si esto fuera una historia ficcional, podría considerarse como excesiva y hasta poco creíble, ¿considera que este documental supera a la ficción?

Dicen que la realidad es más extraña que la ficción, creo que no tenemos que buscar mucho para encontrar cosas inesperadas en la historia familiar. Todos nosotros tenemos secretos familiares pero por lo usual no preguntamos mucho. La institución familiar controla ese impulso.

Usted incluye una reflexión sobre el proceso de realización; hay una escena en la que admite que no funciona, que se ve falsa. ¿Porque decide incluir esto?

Tiene que ver con el hecho de que se trata de un documental personal. Para mí, este tipo de documentales revelan la imposibilidad de conseguir la distancia que uno quiere tener entre la directora detrás de la cámara y el sujeto que está adelante. Con mi mamá, por ejemplo, sigo teniendo una relación diaria y es mi sujeto, mi personaje principal, eso es muy complicado. Lo más difícil cuando estábamos editando la película era que yo no sabía cómo resolver mi presencia como personaje, siempre decía que el enfoque no era mi proceso, era algo que me afectaba mucho, pero el enfoque era en los que estuvieron allí. Estaba ciega sobre cómo estaba funcionando yo en este proceso,y al final tuve como una crisis, me enfrenté al hecho de que yo estaba juzgando a todo el mundo, en papel de juez, jurado y verdugo. Estaba tratando de mantener una distancia irreal, que me parecía una injusticia. Había gente vulnerable que se abrió en este proceso y no quería enfrentar el poder que yo tenía sobre ellos. Cuando me di cuenta, decidí que debía enfrentarlo en la película, porque si no había una especie de negación. Por eso necesitaba romper esa pared.

El pasado familiar es un campo minado y el documental no se ha estrenado en Puerto Rico, ¿cómo se ha preparado para las posibles repercusiones?

Este año ha sido un año lleno de sorpresas y a través de mi trabajo con mi mamá ella ha cambiado mucho. Al empezar la película ella no sabía cómo se sentía respecto a cuestiones de homosexualidad y ahora cuando hay oportunidad me acompaña a festivales y presenta la película, está dialogando de estos temas. Ahora estamos planificando el estreno en Puerto Rico porque allá va a ser una discusión bien íntima, bien fuerte, bien difícil y lo queremos hacer de una manera bien pensada.